lunes, 6 de octubre de 2008

¿Qué ocultan los adolescentes?


"Para poder ir a ver a mi pololo, les digo que voy a la casa de una amiga". "Si en un carrete pasa algo raro, no les cuento porque después se pasan rollos y no me dejan salir". "Les digo que estuve en una sola parte, cuando en verdad me mandé un rally por todo Santiago".

Las frases son de adolescentes chilenos que admiten ocultar cosas a sus padres con el fin de "no preocuparlos", y asegurando que ellos "se pasan rollos de más".

No es algo que les guste, dicen, pero insisten en que hablar con sinceridad sería peor para la armonía familiar.

En esta etapa, advierten los especialistas, es normal, esperable y deseable que los hijos quieran guardar ciertas cosas en la intimidad. "Una buena comunicación con el hijo adolescente implica confianza, pero también respeto por la privacidad personal", dice Rodrigo de la Fabián, psicólogo del Centro "Serjoven", de Lo Barnechea.

Sin embargo, hay que tener cuidado con estos silencios porque, a veces, están ocultando situaciones de riesgo o de sufrimiento para el adolescente. "Además de preocuparse por las cosas que ocultan, habría que preguntarse: ¿por qué lo hacen?, y ¿cómo lo hacen?", señala el psiquiatra Alejandro Maturana.

La vida sexual

La sexualidad es un tema que los jóvenes no suelen abrir a sus padres. "Pero aquí se da una diferencia de género. Los hombres no la exhiben, pero tampoco la esconden. En cambio, las mujeres sí suelen mantenerla oculta", cuenta María Isabel González, directora de "Serjoven" y experta en consejería de adolescentes. "A la mayoría de las chicas que usan anticonceptivos les gustaría que su mamá lo supiera, pero temen su reacción. Al mismo tiempo, la mentira las complica".

Violencia en el pololeo

Es una realidad compleja que las adolescentes suelen ocultar a sus padres por temor a que les impidan continuar esa relación o, incluso, por temor a la reacción que va a tener el pololo agresor, revela María Isabel González: "A partir de esto, muchas niñas inician una cadena de mentiras muy dolorosa para ocultar las marcas de estas agresiones".

Conductas de riesgo

Los jóvenes suelen omitir a sus padres situaciones que ocurren en las fiestas o en los lugares de diversión, como el consumo de tabaco (los escolares), alcohol y drogas, ya sea si los usan ellos mismos o sus amigos. La razón más común es "para no preocuparlos" y evitar que les pongan más límites.

Lo mismo ocurre con los lugares en los que carretean: "Les digo que estuve en la casa de un amigo, cuando en realidad estuve en mil partes", dice Andrés, de 19 años.

Para el psiquiatra Alejandro Maturana, detrás de muchas de estas mentiras puede haber dinámicas coercitivas y de autoritarismo dentro de las familias. "Muchas veces, una conducta de riesgo es la expresión de una necesidad de ayuda de los jóvenes que no saben cómo pedírsela a los padres". Esto, porque ellos se han preocupado más de poner límites y de amenazar que de crear un clima de diálogo y de tolerancia con los hijos.

El fracaso escolar

"A mi mamá no le muestro mis malas notas... No por miedo a que me rete, sino porque siento que no estoy cumpliendo lo que ella espera de mí, siento que le estoy fallando", dice Diego (14).

El mal rendimiento o el estar a punto de repetir de curso se suele ocultar a los padres hasta que es tarde para tomar medidas remediales. Por eso, es clave que los padres se involucren antes de fin de año.

Aislamiento social

Adolescentes que se sienten "pernos" y que son aislados por sus compañeros no suelen contarle esto a sus padres y sufren en silencio. Algo parecido les ocurre a los que sufren maltrato físico de sus pares. "Son jóvenes que tienen aspectos de su personalidad que los limitan, son más tímidos e inhibidos, y viven este aislamiento social con mucho sufrimiento. Son situaciones para ellos humillantes y avergonzantes, que no son fáciles de admitir ante los padres", describe el psiquiatra y psicoanalista Patricio Peñailillo.

En este caso, agrega, contárselo a los padres puede ser muy protector y de gran alivio para el joven.

Mentiras españolas

A mis padres no les cuento... "que me acuesto muy tarde", "que voy a misa", "que compro revistas porno". Más de 4 mil confesiones anónimas como estas recopiló el psicólogo español Javier Urra entre adolescentes de su país. Las conclusiones de este estudio están en el texto "¿Qué ocultan nuestros hijos?" (Editorial La Esfera de los Libros), que invita a reflexionar sobre la comunicación dentro de las familias. Para el autor, el desafío de los padres es: "Respetar la intimidad, no invadir, y, al mismo tiempo, estar cerca y compartir".

Preguntas puente

"Uno suele preguntarles a los hijos ¿cómo te va en el colegio?, ¿adónde vas?, ¿qué hiciste? Pero casi nunca les preguntamos ¿cómo te sientes?, ¿cómo has estado?", hace notar el psiquiatra Alejandro Maturana, mostrando las preguntas que pueden abrir un diálogo más sincero.

El psiquiatra Patricio Peñailillo dice que la convivencia cercana con el hijo permitirá saber, a través de sus gestos y miradas, si le ocurre algo. Si es así, habría que acercarse y preguntarle, de manera cariñosa y no intrusiva. Si el joven no quiere abrirse en ese momento, hay que esperar otra ocasión, haciéndole ver que uno está disponible para el diálogo.

Momento de sinceridad

Cristóbal (17)
"A mis papás no les cuento lo que pasa en los carretes: hay locos que fuman marihuana, otros que empiezan a rapear, gente que baila, gente agarrando. Prefiero que no sepan porque después empiezan con que no les gusta ese ambiente y me ponen problemas para salir".

Andrés (19)
"Sé que si tengo una relación con alguien y le cuento a mi mamá, ella va a empezar con lo mismo que he escuchado 48 veces: que me cuide, que use condón. Me va a tener sentado dos horas con la misma charla de siempre. Así que prefiero quedarme callado".

Valentina (19)
"Un par de veces he fumado marihuana, pero yo no les toco el tema. Para no preocuparlos, porque yo sé que no es algo que me vaya a hacer mal, pero creo que ellos no lo van a entender así. En general son muy pocas cosas las que me guardo. Siempre les respondo el celular, siempre saben donde estoy, pero omito el número de piscolas".

Diego (14)
"Nunca les he contado que cuando me enojo rompo cosas. Ayer tenía rabia y rompí un adorno de la casa. Después mi mamá estuvo preguntando por él y yo me quedé bien callado".

Vía | El Mercurio

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